La guerra invisible: Ciberguerra y manipulación en el conflicto Israel-Irán
La guerra ha trascendido los campos de batalla tradicionales. Ya no comienza con explosiones ni se limita a enfrentamientos físicos. Hoy, los conflictos se libran en teclados, cables submarinos, redes sociales y pantallas. El actual enfrentamiento entre Israel e Irán es un ejemplo paradigmático de esta nueva dimensión bélica: la ciberguerra y la manipulación psicológica digital.
El ciberespacio como "nuevo" frente de batalla
Israel e Irán han desarrollado capacidades de ciberinteligencia de primer nivel. Israel, con su renombrada Unidad 8200, es una potencia global en operaciones digitales, destacando tanto en defensa como en ataques cibernéticos. Irán, por su parte, ha demostrado que no requiere un arsenal militar convencional para causar estragos: grupos como APT34 (OilRig) han ejecutado ciberataques que han comprometido redes corporativas, financieras y gubernamentales en todo el mundo.
Sin embargo, el verdadero peligro trasciende el sabotaje de infraestructuras o el robo de datos. En la sombra, se libra una guerra psicológica orquestada a través de redes sociales, alimentada por bots, algoritmos y desinformación. El objetivo no es solo dañar sistemas críticos, sino erosionar la confianza pública, manipular percepciones y sembrar discordia, miedo y polarización.
Stuxnet: El despertar de la guerra digital
El gusano Stuxnet, descubierto en 2010 y atribuido a Israel y Estados Unidos, marcó un hito en la ciberguerra. Este malware sabotearon centrífugas nucleares iraníes, demostrando que un ataque digital podía tener consecuencias físicas devastadoras sin recurrir a la fuerza militar. Stuxnet no solo expuso la vulnerabilidad de Irán, sino que redefinió las reglas de los conflictos internacionales.
En respuesta, Irán aceleró el desarrollo de sus capacidades cibernéticas ofensivas, mientras Israel reforzó su defensa digital y perfeccionó estrategias de desinformación y manipulación psicológica dirigidas a la sociedad iraní. Desde entonces, ambos países han escalado sus operaciones en un ciclo de represalias digitales.
Desinformación y manipulación: Armas de la guerra psicológica
En este conflicto, la información es el arma más letal. A través de cuentas falsas, campañas de noticias fabricadas, imágenes manipuladas y videos deepfake, ambos bandos buscan desestabilizar al adversario, no solo en el ámbito estratégico, sino también en la cohesión social y la opinión pública.
Por ejemplo, se han identificado operaciones de bots que amplifican artificialmente el apoyo a líderes políticos o generan tendencias de descontento social. También se han difundido supuestos documentos confidenciales —verdaderos o falsificados— diseñados para provocar paranoia y división. La meta no es derrotar al enemigo en un sentido militar, sino fracturar su confianza interna y su estabilidad social.
Esta guerra psicológica no discrimina: civiles, militares, jóvenes y adultos son blancos potenciales. Cualquier usuario conectado es vulnerable a la manipulación.
Un conflicto sin fronteras
Aunque el enfrentamiento Israel-Irán tiene raíces geopolíticas, religiosas y territoriales, su dimensión digital trasciende las fronteras. Los ciberataques y las campañas de manipulación afectan a terceros países, comprometiendo infraestructuras energéticas, sistemas financieros, redes de salud e incluso procesos electorales. Ejemplos como el ataque a Colonial Pipeline en 2021 o las interferencias en elecciones democráticas ilustran cómo el daño colateral de estas guerras digitales impacta globalmente.
Más allá de los hackeos, la manipulación algorítmica del comportamiento humano —apoyada en psicología computacional— representa una amenaza insidiosa. Las emociones colectivas son explotadas para distribuir miedo, odio o confusión como un servicio.
¿Estamos preparados para esta guerra?
La respuesta es contundente: no lo estamos. En América Latina, por ejemplo, la mayoría de los países carecen de estrategias integrales de ciberdefensa y de políticas públicas robustas para proteger infraestructuras críticas. Más preocupante aún es la falta de conciencia ciudadana: muchos creen que esta guerra es lejana o irrelevante para sus vidas.
Sin embargo, las campañas de desinformación que polarizan nuestras sociedades, las noticias falsas que circulan en WhatsApp o las violaciones de datos personales son manifestaciones directas de esta guerra invisible. Ignorarlas es subestimar su alcance.
Ciberseguridad y alfabetización digital: Nuestros escudos
Como experto en ciberseguridad, insisto en que esta no es solo una batalla técnica reservada para especialistas. Es un conflicto cultural, comunicacional y emocional que nos involucra a todos. Para enfrentarlo, necesitamos:
Alfabetización digital masiva: Enseñar a la ciudadanía a identificar desinformación, verificar fuentes y proteger sus datos.
Políticas públicas robustas: Invertir en ciberdefensa, regulación de plataformas y protección de infraestructuras críticas.
Ciudadanía crítica: Fomentar el escepticismo saludable y la capacidad de dudar ante narrativas polarizantes.
El conflicto Israel-Irán seguirá evolucionando, alternando entre momentos de alta tensión y operaciones encubiertas. Pero su lección es universal: la ciberguerra no es ciencia ficción, es nuestro presente. Y su dimensión psicológica no busca destruir cuerpos, sino controlar mentes.
Nuestra mejor defensa no está solo en firewalls o antivirus, sino en nuestra capacidad de pensar críticamente, cuestionar lo que consumimos y proteger nuestra autonomía digital. En esta guerra invisible, el conocimiento es nuestro mayor escudo.
Rodrigo Alvárez (23 Jun 2025), Argentina





