
Experiencia De España Sobre Cooperación Internacional Y La Lucha Contra La Financiación Del Terrorismo: Dos Pilares Clave En La Derrota De Eta.
Antecedentes y contexto.
Euskadi Ta Askatasuna (ETA), que significa “País Vasco y Libertad” en el idioma vasco llamado euskera, fue una organización terrorista etno-nacionalista y separatista vasca que operó principalmente en España, aunque también en Francia. Su origen se remonta a finales de los años 50 del pasado siglo, dentro del contexto de la dictadura franquista y la aparejada limitación de libertades políticas.
Supuestamente y según alegaron sus fundadores, ETA se constituyó para luchar contra el régimen de Franco, pero esta razón se demostró falsa, ya que la mayor actividad criminal, se llevó a cabo una vez terminada la dictadura y comenzado el periodo democrático, por 4 décadas de periodo Constitucional.
El germen de ETA fue Ekin, un grupo de jóvenes estudiantes vascos procedentes de las juventudes del PNV (Partido Nacionalista Vasco) clandestino en aquellos años y que, insatisfechos con el inmovilismo del partido, fundaron en 1959 una organización más radical. Inspirada por movimientos anticoloniales y de liberación nacional, ETA combinó desde sus inicios, el nacionalismo radical junto a una ideología marxista-revolucionaria.
En este artículo, nos vamos a centrar en los hechos que marcarían un plus en la lucha contra la banda por parte de las Instituciones responsables de combatir a la banda, que fueron la Guardia Civil, la Policía Nacional y el Servicio de Inteligencia. Otros aspectos interesantes y analíticos sobre ETA serán tratados en posteriores publicaciones, aunque para hacernos una idea de lo que supuso la banda criminal para España, a continuación, se ofrecen unos datos que dan una idea aproximada del dolor, sufrimiento y atrocidades causadas.
Los números de la actividad de ETA.
3.570 acciones terroristas.
855 personas asesinadas.
Más de 2.500 personas heridas.
86 personas secuestradas.
Más de 200.000 salieron del País Vasco y Navarra, huyendo de la extorsión y las amenazas.
Incalculables perjuicios económicos estimados en unos 25.000 millones de euros, si actualizásemos al valor actual esos perjuicios.
En la historia de la lucha contra esta banda asesina, el punto de inflexión más evidente se produjo cuando confluyeron dos elementos estratégicos que, hasta entonces, habían estado escasamente explotados: la cooperación internacional —especialmente con Francia— y la investigación sistemática de sus vías de financiación.
El fin del “santuario” francés.
Durante décadas, Francia había sido un territorio relativamente seguro para la banda. Aunque las fuerzas de seguridad francesas realizaban detenciones puntuales, no existía un compromiso firme de desarticular la estructura de ETA en su territorio. Esta situación se tradujo en que, desde los años 70 hasta principios de los 90, muchos dirigentes y miembros operativos encontraban refugio al norte de los Pirineos, donde reorganizaban comandos, planificaban atentados y gestionaban la logística sin la presión que sufrían en España, gozando de una insultante semi impunidad.
El cambio comenzó a fraguarse a finales de los años 80 y se consolidó en los 90, con la firma de acuerdos bilaterales y la creación de equipos conjuntos de investigación franco-españoles. La cooperación se intensificó verdaderamente en operaciones como la de Bidart (1992), donde fueron arrestados Francisco Mujica Garmendia, alias “Pakito”, José Luis Álvarez Santacristina, alias “Txelis” y José María Arregi Erostarbe, alias “Fiti”, quienes constituían en aquellos momentos, el órgano de dirección de ETA en la cúspide de su pirámide estructural. Estos golpes, ejecutados en territorio francés con plena coordinación, descabezaron por un tiempo la cúpula de la banda y demostraron que el refugio francés estaba dejando de ser su santuario.
Francisco Toro Mansilla (09/ Ago/ 2025), España




A partir de entonces, se sucedieron operaciones coordinadas que no solo buscaban a líderes, sino también a responsables de logística y finanzas, falsificación de documentos, aprovisionamiento de armas y formación de comandos. La presión transfronteriza obligó a ETA a dispersarse y a operar con mayor inseguridad, aumentando sus costes y reduciendo su eficacia.
La guerra contra la financiación.
En paralelo, se comprendió que no bastaba con detener comandos operativos: había que asfixiar a la organización económicamente. ETA mantenía un sistema de financiación que combinaba la extorsión del llamado “impuesto revolucionario”, el robo, el fraude y, en etapas posteriores, operaciones de blanqueo a través de negocios y entidades pantalla y redes internacionales.
La apertura de investigaciones financieras específicas permitió documentar las cadenas de flujos económicos y descubrir a los intermediarios que gestionaban los fondos. Casos como el desmantelamiento de estructuras de cobro a empresarios vascos y navarros, o el seguimiento de transferencias y operaciones en paraísos fiscales, mostraron la amplitud de la red de apoyo financiero de ETA.
Además, se golpeó su aparato de “herriko tabernas” (tabernas populares) y asociaciones pantalla, muchas de las cuales servían como entramado de recaudación y blanqueo. Se sucedieron las investigaciones y operaciones contra el entramado económico de ETA provocando un gran debilitamiento al llamado aparato militar. Sin dinero para pagar pisos francos, adquirir material explosivo o sostener a los huidos, la operatividad de ETA se vio seriamente comprometida.
La combinación letal para la organización.
Por sí sola, la cooperación policial o la investigación financiera habrían producido efectos parciales en la lucha contra ETA; juntas, provocaron un efecto multiplicador. La cooperación con Francia impedía que los líderes huidos siguieran dirigiendo la organización con impunidad. Al mismo tiempo, el bloqueo de recursos financieros les impedía rehacerse tras cada golpe.
Esta doble estrategia operativa y económica, puso fin a la capacidad de ETA para mantener una estructura de mando cohesionada y un aparato operativo eficiente. En pocos años, la banda pasó de planificar grandes atentados y sostener decenas de comandos a operar de forma cada vez más precaria, hasta anunciar el cese definitivo de su actividad armada en 2011 y su disolución en 2018.
Conclusión.
La enseñanza que deja este proceso es evidente: para combatir el terrorismo con eficacia, es clave unir la presión operativa, la colaboración internacional y el bloqueo de sus vías de financiación. Ningún grupo criminal ni organización terrorista puede pervivir en el tiempo si no dispone de lugares seguros desde donde llevar a cabo su actividad, ni de recursos económicos para sostener sus actividades.
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