Análisis conceptual del terrorismo como táctica de comunicación política

Conceptual analysis of terrorism as a political communication tactic

Resumen

Considerando que no existe una definición del concepto de terrorismo universalmente aceptada, a partir del análisis de los factores del fenómeno y de tres definiciones seleccionadas en función de su pertinencia, en el presente artículo se propone una definición aplicable a las diversas tipologías de terrorismo, estableciéndose sus principales características y los criterios inherentes a éstas. En este análisis, el terrorismo es abordado como una táctica de violencia organizada, con motivaciones sustentadas en un ideario o una causa que se pretende visibilizar, por lo que puede considerarse como una forma de comunicación política, debido a que trasmite un mensaje político orientado a audiencias previamente seleccionadas, sobre la base de una narrativa diseñada para influenciar y movilizar.
Palabras clave: Terrorismo, comunicación política, opinión pública, narrativa extremista.

Abstract

Considering that there is no universally accepted definition of the concept of terrorism, based on the analysis of the factors of the phenomenon and three definitions selected based on their relevance, this article proposes a definition applicable to the various types of terrorism, establishing its main characteristics and the criteria inherent to them. In this analysis, terrorism is approached as a tactic of organized violence, with motivations based on an ideology or a cause that is intended to make visible, so it can be considered as a form of political communication, because it transmits a political message aimed at previously selected audiences, based on a narrative designed to influence and mobilize.
Keywords: Terrorism, political communication, public opinion, extremist narrative.

1. Introducción

El concepto de terrorismo genera debate porque no existe una definición universalmente aceptada de este fenómeno. Desde el ámbito académico y organismos de seguridad se han elaborado definiciones que difieren unas de otras respecto al acento que ponen en alguno de sus elementos constitutivos, estableciendo características distintas del fenómeno. Naturalmente, lo ideal sería contar con un consenso que permita objetivamente calificar como terrorismo determinados hechos.
En la época contemporánea la violencia aplicada en forma dosificada e intimidatoria para lograr objetivos políticos ha sido catalogada por unos como terrorismo y por otros como acciones necesarias y legítimas en el contexto de la liberación nacional de un pueblo, de la lucha por el término de la opresión de una clase social, de la defensa de los valores de una religión, entre otros motivos.
Lo cierto es que esta táctica, que recibe un nombre con significado impreciso, ha sido utilizada por agrupaciones seculares y religiosas, sobre la base de distintos idearios radicales, constituyendo un método de lucha y propaganda para alcanzar determinadas transformaciones, generando conmoción pública en los lugares donde ocurren los atentados.
Entre los esfuerzos para tratar de definirlo, en la década de los años ochenta Schmid y Jongman (1988) plantearon que el terrorismo es: “Un método de reiterada acción violenta, inspirado por la ansiedad, utilizado por personas, grupos, o Estados, de forma (semi) clandestina, por razones idiosincrásicas, criminales o políticas, por medio de los cuales –a diferencia del asesinato– el objetivo inmediato de la violencia no es el objetivo final. Las víctimas humanas de la violencia son elegidas entre la población al azar (blancos de oportunidad) o de forma selectiva (blancos simbólicos o representativos) y se utilizan como generadores del mensaje terrorista. El proceso comunicativo entre el terrorista (u organización terrorista), víctimas (o amenazados) y objetivos principales, basados en la violencia o amenaza de violencia, es utilizado para manipular a esos objetivos principales (audiencia) y convertirlos en blancos del terror, de las exigencias terroristas o de atención, dependiendo de si se busca la intimidación, la coacción o la propaganda”.
Otra definición señala que: “El terrorismo es un método para causar ansiedad que consiste en realizar acciones violentas repetidas que es empleado por individuos, grupos o elementos estatales (semi) clandestinos por razones políticas, criminales o de idiosincrasia, y en los que las víctimas directas de la violencia no son -a diferencia de los casos de magnicidio o asesinato político- el objetivo final” (Horgan, 2009: 50).
El presente artículo pretende contribuir al debate y a la búsqueda de objetividad en la formulación de una definición de “terrorismo”, aplicable a las distintas expresiones de este fenómeno, pues carecería de lógica disponer de una definición para cada una de sus tipologías (nacionalista, yihadista, eco-extremista, etc.).

2. Terrorismo y Comunicación Política

2.1 Definiendo el terrorismo

El concepto de terrorismo, aunque es utilizado frecuentemente en los medios de comunicación y círculos académicos, no posee una definición universalmente aceptada que posibilite delimitar su significado y alcances, lo que en la práctica implica que muchas veces un determinado fenómeno de violencia política pueda ser catalogado o no como terrorismo, originando controversia respecto al concepto. Evidentemente, hay casos de atentados que producen gran conmoción pública, en los que, atendiendo a las motivaciones y pertenencia organizativa de sus perpetradores, pareciera no existir esta disyuntiva a la hora de clasificar como terrorista la ocurrencia del hecho.
Incluso, es sabido que en ocasiones gobiernos o grupos políticos han denominado terroristas a opositores, para deliberadamente denostarlos y demonizar sus intenciones, aprovechando la ausencia de una definición universalmente aceptada; como, asimismo, existen casos donde intencional o equivocadamente se llama de terrorista – o se le quita dicha categoría- a un hecho o fenómeno en función del prisma ideológico del observador, es decir, de sesgos.
El concepto de terrorismo tiene una connotación negativa y peyorativa, por lo que quienes emplean esta forma de violencia no desean ser denominados como terroristas ni tampoco, a diferencia de anarquistas del siglo pasado, se perciben a sí mismos como tales, además, de la subjetividad que conlleva la denominación.
La falta de una definición, estructurada con rigor académico pero que suficientemente amplia para englobar a las distintas expresiones de terrorismo (cualquiera sea su finalidad política o ideológica), ocasiona deficiencias en su identificación, estudio de su naturaleza y diseño de cursos de acción para contrarrestarlo. Inclusive, para potenciar las medidas en el contexto de la cooperación internacional, sería un facilitador el contar con una definición globalmente consensuada.
Para su análisis conceptual, en primer lugar, debemos situarnos en el marco de la violencia política, debido a que las acciones terroristas persiguen objetivos políticos, que guardan relación con una causa que promueven o un cambio social que quieren impulsar. Aunque parece simple, este rasgo característico es decisivo para comprender su naturaleza, dado que los delincuentes comunes no desarrollan su accionar en pos de una estrategia política ni para cambiar el orden establecido.
Además de su motivación política o ideológica, implica el despliegue de violencia a través de un método, por lo que puede establecerse que se trata de una táctica. Independiente al objetivo específico que persiga, ya sea la liberación nacional de un pueblo o la dominación mundial de una religión u otro, el terrorismo es una táctica, en términos de método de lucha y también de propaganda, que se gesta de manera clandestina.
Continuando con los atributos que tendría esta táctica, resulta evidente que la violencia se ejerce en forma deliberada, incluso planificada. Por muy brutales que sean los resultados de los atentados terroristas, en Mauricio Heise Análisis conceptual del terrorismo como táctica de comunicación política ISSN 2660-9673 AÑO 2022 - NÚMERO 6 34 Revista Internacional de Estudios sobre Terrorismo la mayoría de los casos estos hechos obedecen a un detallado plan, en el que el ataque es una acción puntual de violencia para trasmitir un mensaje que reivindica una causa, a la que los terroristas consideran legítima y en función de la cual se han movilizado.
En este punto resulta conveniente aclarar que los fines que persiguen grupos o individuos con esta táctica son políticos o ideológicos, por lo que causar terror no constituye el propósito final de las acciones inherentes a este método, sino un instrumento del que se valen sus perpetradores para amplificar su capacidad de coacción, considerando que generalmente quienes recurren a la táctica terrorista no disponen de los medios de un ejército convencional o de la fuerza con que cuenta un Estado, es decir, tradicionalmente ha sido utilizada por actores extra estatales desde una posición de inferioridad.
Sin perjuicio de lo anterior, el terrorismo también puede ser ejercido por el Estado, que a diferencia de los actores extra estatales, dispone de mayores medios para ejecutar violencia clandestina o semi clandestina, en el contexto de regímenes autoritarios, aunque esta tipología en no pocas ocasiones queda excluida a la hora de abordar el fenómeno terrorista y sus clasificaciones.
Aludiendo al vocablo se tiende a confundir entre instrumentos y fines, asumiendo el simplismo que el terrorismo busca causar terror, y como vimos evidentemente causa terror, pero ello no constituye un objetivo en sí mismo. El temor en la sociedad o en las audiencias (autoridades, grupos sociales, actores internacionales u otras) a las que se quiera enviar el mensaje, va orientado a doblegar voluntades o direccionar conductas hacia los fines de los terroristas.
Debe precisarse, que por acción terrorista se entiende los “actos humanos conscientes y voluntarios que conllevan el ejercicio o la amenaza de la violencia física con algún propósito instrumental a menudo de tipo político, religioso o sectario. A diferencia de otras formas de violencia, los atentados terroristas no están principalmente orientados a neutralizar o destruir a las víctimas sino a influir psicológicamente en sus espectadores directos o indirectos” (Toboso, 2020: 30).
El temor puede modificar el normal funcionamiento de la sociedad, afectando no sólo a las potenciales víctimas, sino que a grupos sociales o la totalidad de la población, la que puede llegar a modificar su vida diaria, como es la concurrencia a ciertos lugares con alta afluencia de personas o el uso del transporte público.
Los atentados terroristas como formas de ataques también tienen la faceta de actos comunicacionales, destinados a generar publicidad, dar visibilidad a través de la opinión pública al objetivo político o ideológico que se desea promover, llamando la atención de la sociedad en general y de las audiencias previamente definidas de la causa en nombre de la cual se actúa. El terrorismo es un mecanismo violento para comunicar anhelos, frustraciones, utopías y voluntad de cambio.
Los ataques terroristas generan conmoción emocional, por lo que tienen un efecto psicológico superior que sus consecuencias materiales directas y está orientado a condicionar comportamiento de audiencias. Por esta razón, la selección de blancos humanos o materiales se realiza buscando aquellos que posean un alto valor simbólico (Molano, 2010: 225-249) o aleatoriamente por ser representativos de una categoría.
El análisis y la explicación del terrorismo desde la Psicología Social, sugiere que este corresponde a un método de influencia socio-política, que se ejerce de manera deliberada y estratégica, siendo posible hacer una Mauricio Heise Análisis conceptual del terrorismo como táctica de comunicación política ISSN 2660-9673 AÑO 2022 - NÚMERO 6 35 Revista Internacional de Estudios sobre Terrorismo analogía con las campañas que realizan los publicistas, debido a que los terroristas utilizan la violencia para dirigir nuestra atención hacia ciertos problemas reales, exagerados o ficticios y dar publicidad a sus propios objetivos e idearios (De la Corte, 2007: 41-42).
Respecto a lo anterior, los terroristas requieren de medios de comunicación, prensa e internet, para que sus ataques tengan mayor repercusión, ya que aspiran a que sean difundidos y comentados. “Sin cobertura de la prensa, puede decirse que el impacto de los terroristas se desperdiciaría, permaneciendo confinado estrechamente a las víctimas directas e inmediatas del ataque, en vez de llegar a la audiencia seleccionada más amplia. Sólo la propagación del temor y de la indignación a una audiencia mucho más grande puede ganarles a los terroristas la influencia potencial máxima que necesitan para efectuar un cambio político fundamental” (Hoffman 2007:10). La dimensión comunicacional del terrorismo, como publicidad es inequívoca. “Es un teatro en permanente búsqueda de público, que sirve para poner luz sobre algunos debates y en el que las víctimas son cosificadas en pro de los objetos y símbolos a los que se ataca” (Aznar, 2015:4).
Un tema de discusión para establecer una definición común son las víctimas fatales de la acción terrorista como elemento central que la califica como tal, no en términos cuantitativos, sino el hecho que de la aplicación de esta táctica resulten fallecidas personas, pero tampoco habría consenso en este punto. De acuerdo con Naciones Unidas, un acto terrorista es aquel “destinado a causar la muerte o lesiones corporales graves a un civil o a cualquier otra persona que no participe directamente en las hostilidades en una situación de conflicto armado, cuando el propósito de dicho acto, por su naturaleza o contexto, sea intimidar a una población u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar un acto o a abstenerse a hacerlo” (Naciones Unidas, 1999).
Al respecto, debe precisarse, que el terrorismo al entenderlo como un método de acciones de violencia para condicionar a otros actores en un determinado sentido, sobre la base de un ideario y/o una causa, delimitando como eje central los fines que se persigue, la existencia o no de víctimas mortales no es determinante, pudiendo catalogarse un fenómeno de terrorista aun cuando no se constate la existencia de fallecidos. Por otra parte, la citada convención de Naciones Unidas sitúa los actos terroristas en el contexto de una situación de conflicto armado, limitando excesivamente su aplicación al punto que bajo esta premisa no podríamos considerar los ataques del 11-S como actos terroristas.
Entre la amplia gama de definiciones más diligentes a la naturaleza del fenómeno, pese a que incluye la alusión a la “población no combatiente”, se pude mencionar la formulada por Luis De la Corte (2006: 43), quien define al terrorismo como “una sucesión premeditada de actos violentos e intimidatorios ejercidos sobre población no combatiente y diseñados para influir psicológicamente sobre un número de personas muy superior al que suman sus víctimas directas para alcanzar así algún objetivo, casi siempre de tipo político”.
Por su parte, Reinares (1998: 15-16) plantea que se trata de “un conjunto de acciones violentas que generan, en un determinado agregado de población, efectos psíquicos desproporcionados respecto a sus consecuencias materiales y que tiene como fin condicionar las actitudes de dicho colectivo social y orientar sus comportamientos en una determinada dirección”.
Asimismo, Elorza, Ballester y Borreguero (2005: 43) lo definen como “una táctica, preferente, aunque no exclusivamente política, que consiste en la ejecución seriada y sistemática de acciones puntuales de violencia”.
Respecto a lo anterior, existe más de un centenar de definiciones de terrorismo. En un estudio realizado por Schmid y Jongman (1988), mediante un cuestionario que se dirigió a expertos en la materia, se estableció que el concepto de violencia aparecía en un 83% de las definiciones, el de política en un 65% y el de miedo o terror en un 51%”. Por esta razón, al proponer una definición no sería apropiado excluir estas variables.

2.2 Propuesta de definición

Sobre la base de lo expuesto y las tres definiciones citadas, la definición de terrorismo que se propone es la siguiente: táctica consistente en la ejecución de acciones puntuales o seriadas de violencia, intimidatorias, con fines políticos o ideológicos, para influir sobre determinadas audiencias.
Al plantear esta definición, se derivan de ella determinadas características sobre las que no existe consenso en la comunidad académica, pero que resultan recurrentes al analizar las definiciones en uso. Estas son:

Mauricio Heise (2022), España

 Tabla 2: Criterios de las características
 Fuente: Elaboración propia.

La definición propuesta es aplicable a las diferentes tipologías de terrorismo existentes en término de las formas específicas en que se manifiesta de acuerdo a los objetivos políticos y/o ideológicos que buscan quienes lo perpetran, es decir, a los cinco tipos de terrorismo de la clasificación de Post (2004): 1) social revolucionario, 2) de derechas, 3) nacionalista separatista, 4) extremista religioso y 5) derivado de asuntos específicos, como por ejemplo los derechos de los animales o defensa del medio ambiente.
De igual manera, es extensible a otras formas de terrorismo que pudiesen presentarse a futuro, ya que se trata de un fenómeno mutable. “Desde sus orígenes modernos hasta la actualidad, el terrorismo es un fenómeno que no ha cesado de evolucionar y cambiar. Se adapta con alta eficiencia al signo de los tiempos. Es por ello que el seguimiento de su evolución es tan importante para diferenciar qué es verdaderamente terrorismo y qué no lo es” (Pérez, 2020).

2.3 Comunicación política y narrativa terrorista

La irrupción de las redes sociales y el acceso inmediato de las personas a la información no ha dejado obsoleta la “propaganda por el hecho” de los atentados anarquistas del siglo XIX, muy por el contrario, precisamente el entorno virtual y también los medios de comunicación tradicionales, son esenciales para que los perpetradores de estos actos de violencia, cometidos bajo distintas ideologías, puedan llegar a audiencias más amplias, ya que en el accionar del terrorismo la comunicación es el pilar central. En este sentido, el ejemplo más recurrente, pero a la vez que representa la “mejor” concreción de lo señalado, es la organización Daesh y su sofisticada producción audiovisual.
La comunicación que despliegan los terroristas puede catalogarse como política, respecto a sus fines. Para Cotteret (1997), la comunicación política establece la interacción voluntaria de un mensaje político desde el emisor hasta el receptor, con la intención de arrastrar a quien lo recibe hacia una dirección determinada, de tal manera que no pueda encaminarse hacia otra. Como ya se ha dicho, el terrorismo busca influenciar a determinadas audiencias.
Evidentemente, el empleo del concepto de comunicación política para describir la actividad terrorista no está referido a la comunicación gubernamental ni al marketing político, sino al activismo en función de una causa, proyecto político o ideario, con el propósito influir u orientar conductas en los receptores del mensaje.
En el sentido de lo anterior, considerando que las acciones terroristas cumplen una función comunicativa, los atentados terroristas producen efectos a partir de la información que se entrega en los medios de comunicación (Toboso, 2020: 115):

  • Sorpresa: Un atentado terrorista es un hecho imprevisto, que genera miedo.

  • Confusión: Tras el atentado, información confusa, tardía, distorsionada o no veraz.

  • Gran impacto: El ataque de blancos simbólicos causa impacto.

  • Desestabilización: Altera todos los estratos de la sociedad, con efectos en los planos político, económico y social.

  • Urgencia: Demanda de información inmediata, con el riesgo de que esta se genere con precipitación o imprudencia. Se requiere difundir información por medios oficiales que haya sido corroborada.

Los atentados terroristas son acciones políticas violentas, que además de producir desestabilización, buscan generar audiencias, activarlas, polarizar la sociedad y vertebrar un determinado discurso, en el marco de una estrategia más amplia, por lo que es frecuente que las agrupaciones terroristas también utilicen otras tácticas de naturaleza política, como hibridar con movimientos o partidos para alcanzar sus objetivos, siendo un ejemplo de esto la relación que tuvo ETA con Herri Batasuna (Cañete, 2019: 19).
El impacto en la opinión pública y demás efectos en la sociedad, son deseados por los terroristas, incluso es común que los perpetradores en el marco de su narrativa planteen argumentos legitimadores de la actividad terrorista (De la Corte, 2007: 48):

  • Argumentos y creencias que precisan y critican ciertas injusticias sociales, amenazas o agravios cometidos contra el colectivo de referencia de los grupos terroristas.

  • Argumentos y creencias que identifican a un enemigo institucional o social al que se responsabiliza de tales injusticias, amenazas y agravios y cuya imagen resulta devaluada hasta el punto de su deshumanización o demonización.

  • Argumentos y creencias que expresan una identidad social positiva común a los grupos terroristas y a su colectivo de referencia.

  • Argumentos y creencias que precisan los objetivos a los que debe aspirar el colectivo de referencia de los grupos terroristas y que especifican las actividades violentas que se consideran necesarias para alcanzar dichos objetivos.

  • Argumentos y creencias que predicen un estado futuro en el que los grupos terroristas habrían alcanzado los objetivos colectivos planteados y perseguidos a través de la violencia.

De esta narrativa, que es común a diferentes formas de terrorismo, se desprende la importancia de la identidad colectiva en las motivaciones de quienes despliegan la violencia para visibilizar una causa, en que se apela a la pertenencia a un colectivo religioso, étnico, social, entre otros, en contraposición a un enemigo causante de los males, en función de lo cual se movilizan los activistas de la causa. Ese discurso se expresa en comunicados de adjudicación de atentados, en las alocuciones de los líderes terroristas, en publicaciones en sitios web y contenido audiovisual.
Mauricio Heise Análisis conceptual del terrorismo como táctica de comunicación política ISSN 2660-9673 AÑO 2022 - NÚMERO 6 40 Revista Internacional de Estudios sobre Terrorismo Para los terroristas resulta importante buscar el respaldo social para sus acciones, principalmente en los miembros de su colectivo de referencia, e idealmente ampliar su base de apoyo por lo que su narrativa muchas veces la expresan de manera simple, utilizando consignas y recursos retóricos, ya que su teatro de operaciones más importante no sería el lugar físico donde se ejecutan los atentados, sino que la opinión pública y, por supuesto, el enemigo responsable de los agravios contra los que se ha generado la movilización terrorista.
Finalmente, es necesario señalar que los medios de comunicación tienen responsabilidad en no contribuir a los fines terroristas, mediante un adecuado tratamiento de las noticias relativas a atentados y acciones de grupos radicales, evitando el uso de lenguaje o relatos que demuestren simpatías hacia los extremistas o eufemismos que minimicen los hechos e incluso los justifiquen, siendo más recurrente la ocurrencia de esta situación cuando se trata de terrorismo de agrupaciones nacionalistas que luchan desde la concepción de “pueblo oprimido”. La prensa tiene efectos en las percepciones de la opinión pública, en los procesos de radicalización violenta y en la capacidad de los grupos violentos de movilizar a nuevos activistas.

3. Conclusión

La reflexión realizada a partir del concepto de terrorismo y sus características, pretende generar una propuesta de definición, desde una perspectiva académica y dotada de la mayor objetividad posible. En este sentido, el énfasis se pone en las motivaciones de los perpetradores, donde la violencia se utiliza como medio de comunicación política.
Las motivaciones políticas y/o ideológicas son el elemento central y diferenciador respecto a otros hechos de violencia, ya sea que los incidentes terroristas se produzcan en contextos de paz o de guerra, con víctimas fatales o sin la existencia de estas. Incluso, la legitimidad de la acción terrorista tampoco sería un factor definitorio porque implica subjetividad y sesgos de quien observa el fenómeno.
El terrorismo como terror organizado y método de influencia socio-política está orientado a producir efectos psicológicos en determinadas audiencias del plano nacional o internacional, ya que causa temor, produciendo un impacto en la vida cotidiana.
En este sentido, el terrorismo es una táctica que implica uso de la violencia, genera temor, tiene fines políticos y/o ideológicos y trasmite un mensaje. Su narrativa comúnmente está asociada a un colectivo de referencia y a la justificación moral de la violencia.

Referencias bibliográficas

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  15. Toboso Buezo, M. (2020). Terrorismo y Antiterrorismo. Colección Segments de Seguretat. Instituto de Seguridad Pública de Cataluña.

  Tabla 1: Características del terrorismo
  Fuente: Elaboración propia.

 Asimismo, en este enfoque para que un fenómeno sea considerado como terrorista, cada característica requiere cumplir a lo menos con uno de los criterios propuestos: